lunes, 9 de marzo de 2015

De Pisa a Florencia, y de ahí a Venecia (no tan simple como suena)

El día vivido en Pisa y luego en los sucesivos viajes hasta llegar a Venecia debería subtitularse La Odisea. Si bien este post sea probablemente más largo de lo normal, vamos a compartir una serie de experiencias y hechos desafortunados que se podrían haber evitado. Pero como suelen decir, todos los días se aprende algo nuevo, o mucho.

La mañana en Florencia era algo fresca pero totalmente despejada, como teníamos planeado, después de desayunar nos dirigimos a la terminal de trenes Santa Maria Novella, y de ahí a Pisa. Es aproximadamente una hora de viaje.

Durante el viaje, detrás nuestro una señora afroeuropea quien cargaba con su niño envuelto en una tela multicolor sobre su espalda. El bebé dormía plácidamente pero ella cual relato de una final de fútbol y en un inglés intraducible nos sonorizó gran parte del viaje.

Nos bajamos del tren y apuntamos derecho para la torre, no hay manera de perderse, pareciera que absolutamente todas las calles llevaran a la icónica construcción. A dos cuadras de salir de la terminal nos encontramos con un grupo de música balcánica que con coreografía y todo divertían a la gente, y nos quedamos un buen rato ahí.

Todo transcurría normal, hasta que cometí el primer error del día, me acerqué a mirar unos de esos relojes de dudosa procedencia a un vendedor africano en la calle.
Desde ese momento todo transcurrió muy rápido y con mucha suerte para nosotros pero que podría haber sido catastrófico.

Este señor me empezó a seguir por la calle rebajando el precio del reloj sistemáticamente, hasta que ya se me empezó a hacer el amigo se me venía encima, y me da dos pulseras de esas que arman ellos y me las puso en la mano medio a la fuerza (luego la historia de estas pulseras continúa).

Después de ese momento en que le quiero rechazar el regalo porque obviamente quería plata cambio, me dice "regalo, regalo" y me mete el reloj en el bolsillo. Y a los tres segundos me doy cuenta que mientras me dejaba el reloj me estaba bolsiqueando. POR SUERTE no tenía absolutamente nada en el bolsillo y cuando se dio cuenta que me había dejado el reloj "a cambio" de nada, me empezó a pedir plata, para sacarmelo de encima le di 20 euros. Acto seguido empezó a hablar muy rápido y con muy mal gesto en su idioma, desde ese momento quedé convencido que me había insultado o maldecido.


El día siguió medianamente normal, visitamos la torre de Pisa, el baptisterio y la catedral. Realmente es una ciudad muy tranquila, sin demasiadas atracciones turísticas pero con la famosa torre que es un lugar al que no deberías dejar de ir si andas por la región Toscana.
Comimos en un lindo restaurant con vista a la torre de Pisa y después emprendimos la vuelta a Florencia.


Al llegar nos damos cuenta que por el horario no llegábamos al auto compartido que habíamos reservado.

Y acá empezó la odisea... empezamos a ver los trenes a Venecia, todos llenos hasta las 21:30 hs... compramos ese. Cuando vemos el horario en que vamos a llegar al hostel (00:00hs aprox.) decidimos llamar para avisar que vamos a llegar tarde.
En el hostel nos informan que no nos pueden esperar, y que no solo perdíamos ESA noche sino que se nos caía la reservación (ya pagada) entera. Después de media hora de rogar logramos que al menos nos dejara dormir la segunda noche ahí.

Mientras los hechos desafortunados ocurrían, decidimos ir a comer una pizza. Mientras charlábamos nos miramos las manos, y teníamos las pulseras que nos había dado el vendedor africano, automáticamente me acorde del enfado mostrado al recibir solo 20 euros. Y por esto de creer o reventar, y como somos un equipo, decidimos entre los dos que las pulseras no podían ser culpables de nuestros hechos desafortunados. En realidad nos queríamos convencer de que algo tan simple como una pulsera no podía ser culpable de nada y decidimos darle una oportunidad más, pero ante cualquier imprevisto serían las culpables del hecho.

Tomamos el tren a Venecia, un alta velocidad, y llegamos sin tener donde dormir, de repente antes de bajarme del tren se me rompe la tira de un bolsito que traía. En ese momento, y sin discusión alguna las pulseras fueron arrojadas, una voló por arriba de un paredón y la otra se destrozó por los aires.

Y desde ese momento el viaje volvió a su curso normal, encontramos un hotel barato que nos dejó entrar a esa hora, y pudimos bañarnos y dormir tranquilos. Creer o reventar.

No hay comentarios:

Publicar un comentario