En nuestro paso por Berlín era realmente necesario poner en
pausa nuestras vacaciones, para conocer un capitulo tremendo de la historia de
la humanidad. Nos dirigimos al punto de encuentro, y luego de un metro, un tren
y un ómnibus llegamos al campo de concentración Sachenshausen.
El mismo fue de vital importancia durante la Segunda Guerra Mundial ya que
estos eran los cuarteles centrales de dichos establecimientos, y era donde
mensualmente se juntaban los comandantes de los distintos campos existentes, para
decidir los caminos a seguir y las medidas a tomar.
En un principio se construyó como campo modelo, con una
forma de triangulo equilátero y en cuya base se encontraba una gran torre de
vigilancia desde la cual se podía controlar todo el predio, y claro dar una
sensación a los prisioneros de que todo el tiempo se los estaba vigilando.
También se maquilló este campo de concentración con fines propagandísticos, por
lo que el resto del mundo no sabía lo que realmente sucedía ahí adentro.
Muy pronto esta idea del triangulo equilátero quedó obsoleta
ya que el campo necesitó expandir su capacidad y tuvieron que construir torres
de vigilancia auxiliares. Además en este campo se encontraba una prisión
especial para presos políticos, o que pudieran tener alguna información
importante. En este lugar se los torturaba, y se los llevaba al borde de la
muerte con el único fin de que se quiebren y entreguen la información.
Cabe aclarar que en principio este no era un campo de
exterminio (lugar creado y preparado para “fabricar” muertes), sino un campo de
concentración o de trabajo. Alrededor de este lugar se creó una gran zona
industrial donde se los hacía trabajar en condiciones de esclavitud.
Nos tocó entrar a un barracón (lugar donde los prisioneros
vivían). Este lugar si bien no era original, estaba restaurado con elementos
originales, y se podía apreciar la terrible condición en la que eran forzados a
vivir. También es necesario aclarar que estos lugares eran para unas 250
personas, y allí vivían 400.
Si bien este campo en su origen no fue de exterminio,
llegado el momento en que necesitaban matar más gente de la que podían y que
las balas que tenían no eran suficientes suponiendo que necesitaban al menos
una por persona, decidieron instalar una cámara de gas en este lugar. También
se encuentra en este lugar una morgue (necesaria para mostrar este lugar como
“campo modelo”, ya que no les interesaba realmente hacer demasiadas autopsias,
excepto en casos de experimentación con humanos), un crematorio, un hospital,
un casino para los oficiales, y hasta un burdel.
La sensación que uno tiene cuando entra a este lugar es algo
bastante fuerte como para ser explicado solo con palabras. Es una mezcla de
angustia, de indignación, y de pensar si por un momento nos hubiera tocado a
nosotros estar en esa situación.
Si bien no fue una experiencia feliz, fue una experiencia
necesaria. Los alemanes no están orgullosos de su historia, pero entendieron
que mostrándola, blanqueando lo que sucedió y educando a las generaciones
futuras, es la mejor manera de intentar curar esta herida y que no vuelva a
suceder nunca más.
Nuestra estadía en Berlín se terminaba, y una ciudad
sustancialmente más alegre nos esperaba… Ámsterdam, allá vamos!
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