Nos íbamos de una ciudad donde la fiesta y el descontrol es lo común, y llegábamos a la muy tranquila Bruselas.
Por una cuestión de calendario, lo primero que hicimos fue
el tour a Brujas, ciudad que estaba originalmente en nuestro plan al pasar por
Bélgica.
A poco más de una hora de la capital del país (y de la unión
Europea) se encuentra esta pequeña ciudad famosa por su arquitectura e
historia.
Si bien Brujas es una ciudad pequeña, atrae a una gran
cantidad de turistas. De este hecho se anoticiaron los habitantes de esta
ciudad en el siglo XIX y decidieron reconstruirla entera para atraer a más
turistas. Para ello realizaron construcciones que simularon el gótico y la
época medieval, que nada tenían que ver con el momento en que fueron
construidas. De todos modos esta pequeña ciudad no deja de tener un encanto
especial. Pequeñas calles, casitas mayormente de ladrillo, y algunas de madera.
Mucha cervecería, chocolatería y wafleria, también las papas fritas abundan en
estas tierras.
Visitamos el edificio de la primera bolsa de valores del
mundo, también vimos la reliquia de la sangre de Cristo (considerado el santo
grial por algunos religiosos) y pasamos por el llamado lago del amor, que es
una especie de represa con la cual se regula el nivel de agua de los canales de
esta ciudad.
Esa misma noche al volver de Brujas, hicimos un recorrido
por algunos bares tradicionales de Bruselas, en los cuales se repite el estilo
de los mismos: pequeños, agradables y quienes te atienden lo hacen de muy buen
modo.
Nuestro segundo día se centró en recorrer la capital
Bruselas. Si bien no tiene demasiados monumentos, o lugares típicos para ver,
la historia de este lugar es increíble. Nos explicaron por qué se decidió que
este lugar sea la capital de la Unión
Europea , donde la tolerancia histórica de los países bajos, y
también la ubicación estratégica fueron claves para la elección de esta ciudad.
Conocimos la magnífica plaza grande, algunas iglesias y
luego a la tarde nos dirigimos al Atomium, que es una edificación gigante que
representa la unión atómica del hierro, y que en su interior posee espacio para
muestras, miradores y restaurantes.
Por último fuimos a visitar el Parlamento Europeo, que si
bien no es demasiado llamativo por fuera, pudimos entrar al llamado “Parlamentarium”
que es una muestra interactiva y un cine en 360º que explica el funcionamiento
de este edificio, y del manejo de la Unión
Europea.
Bruselas es una ciudad cálida, pequeña, muy pequeña, pero
que tiene absolutamente todo lo que puede necesitar un ciudadano para ser
feliz.